
La historia de Cagnoli está atada a los cimientos de Tandil, con esa mezcla inconfundible de tiempo, humo natural, carnes nobles y saberes que se transmiten de generación en generación. Pero lejos de dormirse en los laureles, la empresa que es sinónimo de salamines en Argentina se atreve a algo más: conjugar su tradición centenaria con los lenguajes del presente.
La histórica firma de Tandil renueva su propuesta con productos innovadores y se apoya en jóvenes profesionales de la comunicación para conectar con consumidores cada vez más exigentes.
En una era donde los consumidores exigen transparencia, calidad y cercanía, Cagnoli dio un paso adelante. Además de mantener sus clásicos –esos embutidos artesanales que recorren el país–, decidió sumar nuevos productos que responden a los hábitos contemporáneos. Chacinados más livianos, formatos prácticos para el día a día, opciones gourmet para un público curioso y ávido de experiencias.
Uno de los lanzamientos más recientes es el nuevo salame especiado, que combina la receta tradicional con una cuidada selección de especias que realzan su sabor sin enmascarar la calidad de la materia prima. Pensado para consumidores que buscan algo distinto, pero sin renunciar a la autenticidad, este producto ya se destaca en góndolas y tablas de picadas por su aroma y personalidad.
Pero lo más interesante quizás no esté sólo en el producto, sino en el puente que la marca construyó con las nuevas generaciones. Cagnoli eligió apostar por jóvenes profesionales de la comunicación para repensar cómo contar lo que hace. Desde las redes sociales hasta las ferias gastronómicas, su voz ahora tiene otro ritmo, más cercano, más humano.
“Buscamos que la tradición no quede en el pasado, sino que se transforme en futuro”, explica Clara Pagola, integrante del equipo de marketing de Cagnoli. “Hoy contamos con herramientas para hablar con públicos más amplios, con mensajes más claros y visuales, pero siempre desde lo genuino. La historia que nos trajo hasta acá es el corazón de todo lo que hacemos.”

La estrategia no apunta solamente al crecimiento comercial: también hay un mensaje. Mostrar que la identidad local puede ser potente, moderna y deseable, incluso en un mundo acelerado y digital.
La combinación de saber hacer y saber decir empieza a dar resultados. Los nuevos públicos no sólo compran el producto, sino que se sienten parte de una historia que los incluye. Así, en cada corte, en cada bocado, Cagnoli confirma que innovar también puede ser una forma de honrar lo que somos.
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