
El presidente del IPCVA repasó su historia personal, defendió el rol del cooperativismo y explicó cómo el Instituto sostiene al sector ganadero argentino frente a desafíos internos y globales.
“Hijo de padre francés, madre argentina, viví de los dos lados del Atlántico y entre el campo y la ciudad”, resume Georges Breitschmitt, actual presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), al contar su singular recorrido. Nacido en España, casado con una mexicana y con hijos nacidos en México y Argentina, vive en Rojas y duerme en Pergamino, pero su lugar en el mundo es uno solo: Carabela City, el campo familiar en el partido de Rojas. “Ahí están los recuerdos, la familia… uno está como en algodones ahí”, dice.
Sin embargo, dejó esos algodones para asumir un compromiso: “Hay que participar”. Y lo explica con claridad: “En el sector tenemos una crisis de participación. Somos muy buenos tranqueras adentro y nos cuesta mucho defender tranqueras afuera. Hay que convencer a todos de que el campo es un estilo de vida que hay que defender”.
En una extensa charla, Breitschmitt abordó temas que van desde la necesidad de mayor protagonismo del campo en la política hasta el rol clave del IPCVA, que define como un “faro” que permite al productor orientarse en tiempos inciertos. También destacó el valor del cooperativismo como base del desarrollo territorial y cuestionó la falta de políticas estables para la ganadería.
“Hace años que el sector está dejado de lado. No logramos hacer entender que es con el campo que el país va a salir adelante. Nos cuesta reconocernos como un país agroindustrial”, apuntó. A modo de ejemplo, comparó: “Una automotriz invierte 200 millones de dólares y sale en todos los diarios. El campo invierte 20.000 millones por año y nadie lo reconoce”.
Sobre el IPCVA, Breitschmitt fue claro: “El instituto no nació de la noche a la mañana. Está inspirado en organismos similares de nuestros competidores: Brasil, Uruguay, Australia, Estados Unidos, Europa. Pero con menos recursos: tenemos 12 empleados y un presupuesto de 10 a 12 millones de dólares anuales, contra institutos con más de 200 personas”.
Desde su creación, el IPCVA financió procesos estratégicos para el país. “Cuando se perdió el mercado de Estados Unidos, fue el instituto el que financió todos los paneles para reabrirlo. Hoy, con el problema de China y las salvaguardas, otra vez es el IPCVA quien está sosteniendo el trabajo técnico”.
Insiste en que no hay que caer en falsas dicotomías: “El instituto trabaja tanto para el mercado externo como para el interno. Gracias a un consumo interno de 50 kilos por habitante por año, la Argentina puede equilibrar ambos mercados, algo que nuestros competidores no pueden”.
En cuanto a las regulaciones, fue tajante: “Cada vez que se intenta ‘manosear’ la carne, terminamos perjudicando al sector. Hay que mirar lo que hace Brasil. Ellos pasaron de 50 millones a 200 millones de cabezas sin restricciones. Nosotros seguimos igual”.
Al hablar del cooperativismo, se enorgullece de su origen en Coninagro: “Las cooperativas dan trabajo, arraigo, comunidad. Hay que dejar claro que ser cooperativista no es ser comunista, es tener un sentido de pertenencia”.
Georges integra la cooperativa de Carabelas, en Rojas. “Hay que participar en las cooperativas también. Son parte esencial del interior profundo”.
¿Su sueño? “Luchar por mis hijos. Que puedan ver un futuro en este país. Quiero poder envejecer tranquilo en la Argentina”.
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