28 de julio de 2025

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«Drones al servicio del agro: la revolución aérea que no tiene techo»

Desde Villanueva Drones, José Depetris lidera un equipo que impulsa el uso de vehículos no tripulados en agricultura. Con bajo costo de entrada, capacitación personalizada y múltiples aplicaciones, la tecnología ya transforma el trabajo en el campo.

“¿Quién es José Depetris?” pregunta el entrevistador  mientras observa el zumbido de una hélice que corta el aire en Palermo. La respuesta es concreta: “Soy agrónomo, actualmente estoy en Villanueva Drones, una empresa del grupo Villanueva, tratando de llevar adelante una nueva unidad de negocios de la compañía dedicada a la venta y posventa de drones agrícolas”.

La propuesta no es menor: se trata de una tecnología que pasó del juego al trabajo duro, y que en el agro empieza a ganarse un lugar clave. “El dron fue muy explotado desde los inicios, eso de tenerlo en la mano, jugar un rato… pero ahora estamos en otra realidad. Ya no hay techo. Empezaron como equipos de recreación, después evolucionaron con cámaras ópticas y hoy llegamos a una nueva generación de drones agrícolas, con mucha más tecnología, capaces de complementar el trabajo en el campo con la pulverización terrestre, la siembra al voleo, incluso al avión mismo”, detalla Depetris.

Lo interesante es que, lejos de competir con las herramientas existentes, el dron agrícola viene a sumar. “Hoy el productor, en lugar de hacer una inversión enorme o depender de un contratista, puede acceder a esta tecnología con un costo inicial mucho más bajo y con una amortización más rápida. Por eso hay tanta aceptación”, señala.

El impacto es también sensorial.

“Impresiona verlo en el aire, sentir el viento de las hélices. A esta Rural de Palermo trajimos un modelo que levanta 100 kilos, pero algunos equipos de la marca GTeex —una firma brasilera— ya pueden levantar hasta 150 kilos. Son máquinas que cuando despegan te obligan a correrte. Imponen”.

Los drones son, además, increíblemente versátiles. “En el caso de GTeex, los posicionamos para pulverizaciones, siembras al voleo —como pasturas—, fertilización sólida y aplicación de productos tóxicos. Cualquier partícula que fluya entre medio milímetro y 6 milímetros, se puede aplicar con el dron”.

¿Y en cifras?

“El King 100 por ejemplo, tiene un tanque de 70 litros. Con una dosis promedio de 10 litros por hectárea, podes hacer 7 hectáreas por vuelo. Cada vuelo dura entre 8 y 11 minutos. Y con las condiciones óptimas, se pueden cubrir unas 300 hectáreas por día”, afirma Depetris.

La clave está en el sistema de baterías: “La autonomía de cada batería es de 9 minutos, pero el dron se vende con tres. Mientras una vuela, la otra se carga y la tercera se enfría. Así, el dron nunca deja de trabajar. Solo vuelve al punto de despegue para cambiar batería y recargar el tanque, pero el trabajo es constante”.

La venta no solo es lo más importante.

“Estamos en una etapa donde el productor todavía está en la curva de aprendizaje. Por eso, cuando vendemos un dron no lo entregamos sin antes brindar un curso teórico-práctico. Después de cinco días, recién ahí se desbloquea el equipo. Queremos que el usuario lo conozca en su propia realidad de trabajo. Y lo acompañamos hasta que tenga todas las herramientas para operar con tranquilidad”.

Villanueva Drones pone énfasis en el servicio técnico y la cercanía: “La posventa es nuestro diferencial. Tenemos stock permanente de repuestos y seguimiento constante. Porque en este negocio, como decimos nosotros, hay tres ventas: la venta en sí, y dos más acompañando al productor en lo técnico y lo operativo”.

¿Es difícil operar un dron agrícola?

“No es complejo, pero requiere estudio. Hay que mapear, programar el trabajo, armar el plan de vuelo, conocer las condiciones agronómicas y ambientales. En tres días intensivos, el piloto sale capacitado para volar y resolver situaciones reales en campo. Y, como toda tecnología, con el uso se vuelve más amigable”.

Depetris reconoce que los avances a veces van más rápido que las leyes: “Esta tecnología explotó en los últimos dos años. Necesitamos que se revisen las normativas para que podamos trabajar dentro del marco legal, tanto en lo aeronáutico como en lo fitosanitario. Hoy hay productos aprobados para avión, pero no para drones. Todo es nuevo, y estamos esperando que la ley acompañe”.

Primero, romper el mito.

“El primer paso para vender un dron es desmitificarlo. Hay que sacarle ese velo que lo hace ver como algo inaccesible. Muchos productores se acercan porque ya lo vieron en un vecino o contratista. Y sobre todo, vemos mucho interés en productores jóvenes, menores de 40 o 50 años, ya acostumbrados al software, a los monitores, a los programas. No les asusta. Al contrario: están ansiosos por adaptarse”.

¿Y el futuro? ¿Tiene techo?

“No, como toda tecnología, el crecimiento es exponencial. Ya se están desarrollando baterías con mayor autonomía, de media hora o más, con compuestos distintos al litio. Eso va a permitir vuelos más largos, más autonomía, mayor eficiencia”.

Y no es todo: “En maquinaria ya hay tractores autónomos. Esto sería lo mismo, pero volando. El futuro es difícil de anticipar, pero si uno mira para atrás, ve que todo viene avanzando a gran velocidad. Los drones serán más grandes, con tanques más amplios, más horas de vuelo, más precisión. La aplicación será más eficiente y la agronomía ofrecerá muchas variables para mejorar los trabajos”.

¿Un dron para personas?

“Hoy un equipo grande nuestro pesa 60 kilos con batería y levanta 100. No es tan loco imaginar que pueda moverse como un pequeño transporte urbano. Ya existen taxis autónomos no tripulados en fase experimental en otros países. ¿Cuándo llegarán a la Argentina? Nadie lo sabe. Pero el dron que vamos a lanzar a fin de año ya podrá levantar 150 kilos de carga. Es el primer paso para un uso logístico más amplio”.

Y concluye con una sonrisa: “Lo que antes parecía ciencia ficción, ahora despega frente a tus ojos”.