
Desde General Belgrano, Buenos Aires, Facundo combina la escuela con el trabajo en la cabaña familiar. Con apenas 12 años, ya representa el espíritu del campo argentino: esfuerzo, herencia y amor por los animales.
A los 12 años, ya sabe lo que quiere ser: veterinario. Vive en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, y cada día combina las clases de la escuela secundaria con las tareas en el campo, donde trabaja junto a su padre en la cabaña familiar. “Desde que nací estoy entre las ovejas y las vacas”, cuenta con orgullo.
Su rutina empieza temprano. “Voy todos los días del campo al pueblo. Me levanto, voy al colegio, salgo al mediodía y me vuelvo para el campo”, relata. Allí lo esperan las tareas cotidianas: dar de comer a los animales, encerrar algún ejemplar o palenquear, esas actividades que para muchos chicos son desconocidas pero para él forman parte de su vida desde siempre.
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Herencia de trabajo y amor por las ovejas
Facundo explica que en la cabaña tratan de criar animales fuertes y adaptados al campo. “Buscamos un animal que se mantenga con pasto natural, que no dependa tanto de la comida extra, al igual que las vacas”, detalla. Y conoce bien la diferencia entre especies: “Las ovejas no son iguales a las vacas, pero también necesitan que uno esté muy pegado a ellas”.

El vínculo con su padre es clave. Desde chico lo acompaña a exposiciones rurales. “Hace tres años que voy con mi papá a la Rural”, cuenta. Pero este año, por problemas de salud, su padre no pudo participar y Facundo se hizo cargo de todo: “Les di de comer, los cuidé, los saqué a la pista, los palenqueé. Y mi papá me estaba viendo desde las gradas”.
La emoción fue inevitable. El joven recuerda ese momento como uno de los más importantes de su vida. “Me orgullece seguir el trabajo de mi papá y aprender cosas nuevas”, dice.
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El futuro ya tiene rumbo
Su meta es clara: “Voy a estudiar veterinaria y seguir trabajando en el campo con mi papá y mi hermano”, afirma. Su hermano, de 11 años, comparte la misma pasión. Ambos representan una nueva generación que mantiene vivo el espíritu del trabajo rural.
Cuando se le pregunta qué prefiere —jugar al fútbol, ir al cine o estar en el campo con las ovejas—, no duda ni un segundo: “Estar en el campo con las ovejas”.

Facundo habla con naturalidad de lo que muchos adultos resumen como “vocación”. En su caso, es algo más profundo: una herencia emocional. “Me da orgullo seguir el trabajo de mi viejo”, dice con esa mezcla de ternura y convicción que solo tienen los que aman lo que hacen.

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