
Fermin combina la escuela con el trabajo en el campo y asegura: “me encantan las vacas y las ovejas”
Con apenas 12 años, Fermín —vecino de Germania, un pequeño pueblo bonaerense— ya habla con la seguridad de quien encontró su vocación. Alumno de la Escuela N.º 1 de la Costa, reparte su tiempo entre los cuadernos de primaria y las tareas de la cabaña familiar, donde conviven vacas y ovejas.
“Me encantan las vacas y las ovejas. Me gustan las dos por igual”, cuenta sin titubear, mientras describe con precisión la rutina que comparte con su padre en el campo.
La historia comenzó con el legado paterno: primero las vacas, luego la sorpresa de sus primeras ovejas en un remate en Venado Tuerto. “Me regaló un corderito y después me compró cuatro más. Ahora ya tenemos 40”, dice con una sonrisa que refleja orgullo y entusiasmo.
La cabaña, bautizada La Trinidad en honor a su hermanita, ya tiene un sueño cumplido: debutar en la Exposición Rural de Palermo. Este año, por primera vez, llevaron dos hembras y un macho, un paso que marca el inicio de un camino con grandes expectativas para la familia.
Cada mañana arranca temprano. Según él mismo detalla, se levanta entre las 8:00 y las 8:15, y si no hay escuela, acompaña a su papá al campo, ubicado a siete kilómetros de casa. “Doy ración a las vaquillonas, les ponemos fardo, agua y después me encargo de las ovejas. A ellas también les doy ración, las bajo al corral y reviso que tengan agua”, explica, como si hablara de una tarea cotidiana y natural en su vida.
Pero no todo es trabajo. Tras cumplir con las obligaciones rurales, se cambia y asiste a clases. Por la tarde, entre práctica de fútbol y alguna vuelta más al campo, completa una jornada que para muchos chicos de su edad podría parecer extenuante. Para él, en cambio, es una elección. “A veces me preguntan si no es mucho. Pero yo no lo siento así. Me gusta estar con los animales. Me gusta el campo. Me gusta aprender”.
En vacaciones, la rutina se intensifica. Fermín pasa más tiempo entre los corrales, fascinado por el mundo de la genética y la preparación para las exposiciones. La Rural es uno de sus lugares favoritos. “El año pasado traje a un amigo, y aunque no tiene campo, le gustó mucho”, recuerda.

Su horizonte está claro: terminar la secundaria y estudiar veterinaria. “Ya sé lo que quiero hacer”, asegura con la convicción de quien camina firme hacia un sueño que empezó a trazarse mucho antes de la adolescencia.
Lo más valioso, dice, no son solo los animales, sino el vínculo que comparte con su papá. “Aprendo de él, pero también me deja hacer algunas cosas. Confía en mí. Y eso me hace sentir bien”.
Así, entre mates familiares y olor a pasto recién cortado, Fermín escribe día a día la historia de un futuro cabañero que ya late fuerte en el corazón de Germania, provincia de Buenos Aires, con la cabaña La Trinidad como símbolo de unión familiar y de sus primeros pasos en Palermo.
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