2 de octubre de 2025

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El país que no miramos: la crisis valletana y la ceguera oficial

La Cámara de Productores de Fernández Oro denuncia que la política económica nacional privilegia a las multinacionales mientras las economías regionales, como la fruticultura del Alto Valle, se hunden en una crisis repetitiva y silenciada.

Hay un país que no miramos. O que, mejor dicho, los gobiernos eligen no mirar. Ese país está lejos de la Casa Rosada y del Congreso, pero sostiene miles de empleos y comunidades enteras: son las economías regionales. Y la crisis que hoy sacude a la fruticultura del Valle de Río Negro y Neuquén es una muestra más de esa ceguera estructural.

La Cámara de Productores de General Fernández Oro lo expresó con crudeza en un documento firmado por su presidente, Carlos Zanardi. Allí advierten que la política económica nacional favorece con beneficios extraordinarios a las grandes exportadoras de granos —la mayoría multinacionales—, mientras condena al olvido a las economías agroexportadoras intensivas en mano de obra.

El reclamo es concreto: piden que se restituyan reintegros de al menos un 30 % a las exportaciones, porque más del 60 % del costo total de producción de la pera y la manzana se va en mano de obra, a lo que se suma otro 50 % en aportes patronales. No buscan subsidios, dicen, sino la devolución de lo que corresponde para poder competir en igualdad de condiciones.

La crisis del Alto Valle no es nueva. Es repetitiva, casi cíclica. Los mercados internacionales que alguna vez fueron estables, como Brasil, hoy se repliegan: Brasil produce cada vez más y Chile está en plena reconversión. Al mismo tiempo, los productores patagónicos ven cómo su fruta pierde valor: cerca de la mitad de la manzana termina en la industria de jugos y subproductos, y apenas el 16 % logra llegar a la exportación.

El contraste con Chile es brutal. Mientras en Argentina se exportan 78.000 toneladas por unos 60 millones de dólares, Chile vende al mundo más de 473.000 toneladas y supera los 500 millones. En el país vecino, cada hectárea de manzanas genera 17.100 dólares en exportaciones; en nuestro Alto Valle, apenas 3.700. Un abismo que refleja políticas públicas divergentes: allá, reconversión varietal, tecnología, apertura de mercados; acá, abandono y falta de rumbo.

Para colmo, en 2025 las importaciones de manzana crecieron un 65 %, con fruta chilena que se vendía hasta un 75 % más cara que la argentina. Un contrasentido: la producción local sobrevive con márgenes mínimos y, sin embargo, el consumidor paga más por lo importado

La denuncia de Fernández Oro no es solo un grito sectorial: es la radiografía de un país que decide no mirar lo que ocurre en sus bordes productivos. La ceguera oficial hacia las economías regionales no es inocente, es estructural. Y si no se cambia el enfoque, el resultado será siempre el mismo: chacras vacías, productores endeudados y comunidades enteras condenadas al olvido.