8 de septiembre de 2025

Portal Agropecuario

El Campo por todos los medios

La derrota en Buenos Aires y el desconcierto político que Milei busca solucionar

Las elecciones en la provincia de Buenos Aires dejaron un resultado que será recordado como un punto de inflexión en la política argentina. El oficialismo sufrió una derrota catastrófica, y la pregunta central es por qué un gobierno que había cosechado respaldo, con una profunda desregulación de la economia, que bajó la inflación, el gasto público , que logró el equilibrio fiscal y tomó medidas favorables al campo, terminó recibiendo un voto de castigo tan contundente.

En primer lugar, conviene desarmar un error de diagnóstico: no fue “el campo” como productor agropecuario quien le dio la espalda al gobierno. Asi lo señala bien en redes sociales el periodista Cristian Mira, del Diario La Nación cuando afirma » el campo no tiene peso electoral. En la provincia de Buenos Aires hay 36.796 explotaciones agropecuarias (EEA), de las cuales 31.7887 son gestionadas por productores. -Hoy votaron 8,3 millones de personas. -Un ejemplo: Pergamino tiene 105.690 habitantes. Hay 612 EEA «.

La ruralidad bonaerense está compuesta en gran parte por trabajadores rurales, obreros de fábricas y familias ligadas a la actividad agrícola-ganadera, pero que no necesariamente son productores. Allí, donde se concentra buena parte de la población del interior, se gestó un voto crítico que reflejó la falta de respuestas a problemas concretos de la vida diaria.

El oficialismo asumió prometiendo combatir la inflación, bajar el déficit y desterrar a “la casta”. Logró estabilizar el dólar y reducir la inflación, pero al mismo tiempo incumplió promesas fundamentales. Miles de argentinos empezaron a sentir en carne propia el costo de un ajuste que, lejos de ser parejo, recayó con más fuerza sobre los que menos tienen: jubilados golpeados en las protestas, pensiones por discapacidad dadas de baja de manera masiva, recortes sin sensibilidad social.

La falta de empatía se volvió un sello. El ajuste fue para los sectores vulnerables, mientras la casta sindical y política permaneció intacta. Gremialistas con más de cuarenta años en sus sillones, sindicalistas millonarios con obras sociales quebradas, políticos reciclados que cambiaron de camiseta. Todo aquello que se prometió combatir sigue vigente, y los votantes lo percibieron con claridad.

A ese desencanto se sumaron las denuncias de corrupción, que deberán comprobarse, pero que golpean el núcleo del gobierno. La idea de un presidente que se peleó con todos al mismo tiempo, incluso con quienes lo acompañaron en su llegada al poder, terminó desgastando su capital político. No se puede pedir apoyo a los gobernadores y luego darles la espalda, ni atacar a la industria y la construcción —dos sectores clave en Buenos Aires— mientras se privilegia al sistema financiero. No se pueden dejar de hacer las obras de infraestructura que necesita el pais para que la producción salga hacia los puertos de ultramar o al consumo interno de manera agil y eficiente.

El estilo confrontativo también pasó factura. Desde las agresiones al periodismo hasta los cantos políticos contra viejos rivales, el presidente construyó una narrativa de lucha permanente que terminó por alienar a muchos de sus propios seguidores. El paralelismo con el kirchnerismo se volvió inevitable: maltrato, intolerancia y desprecio, ahora bajo un sesgo liberal que mostró falta de sensibilidad social.

El pueblo, cansado de la corrupción, la inflación y los abusos del pasado, tampoco encontró respuestas en un modelo que prometía ser distinto y terminó pareciéndose demasiado a lo conocido. En la provincia de Buenos Aires, donde la industria y la construcción sienten con más fuerza el impacto de la recesión, el mensaje de las urnas fue claro: no alcanza con ajustar, hay que gobernar para todos.

Milei había prometido cerrar el cajón del kirchnerismo, pero lo único que logró fue abrir la tapa para que sus fantasmas volvieran a la superficie. Si el objetivo era desterrar la casta, el resultado hasta aquí ha sido el contrario: los intocables siguen intocables, y los que pagan los costos son los más débiles.

Queda por ver si este golpe electoral servirá como punto de inflexión. El camino es largo y la Argentina necesita cambios reales, pero esos cambios no se logran con el látigo, la confrontación y el desprecio. El presidente dio un muestra positiva en ese sentido al convocar a una Mesa de Diálogo , habrá que ver sino es tarde. d

De todas formas los cambios y la solución solo se encuentran con sensibilidad social, respeto institucional y políticas de Estado que incluyan a todos. Hasta ahora, nada de eso apareció.