Diego La Torre y la fiebre aftosa: ciencia, política y la lucha por una vacuna justa

Screenshot

El fundador de Tecnovax denuncia el abuso de posiciones dominantes y reclama una reforma estructural del sistema de vacunación. Su historia personal, marcada por la ciencia, la vocación emprendedora y una visión optimista del país, es parte de esa batalla.

Diego La Torre tiene 51 años, es padre de familia y hace más de dos décadas fundó Tecnovax, hoy líder en sanidad animal en Argentina. Pero su vínculo con la salud animal no nació en una oficina, ni en un laboratorio propio: nació en su casa, en la convivencia con un padre virólogo que trabajó durante más de 40 años en el CONICET. Fue allí donde se forjó su vocación, donde germinó la idea de que la ciencia no es solamente conocimiento, sino también compromiso con lo que necesita el país. Esa raíz familiar marcó el camino que hoy lo tiene en el centro de un debate que sigue sin resolverse: el sistema de vacunación contra la fiebre aftosa.

“Mi padre se dedicó especialmente a las enfermedades respiratorias y a patologías bovinas. Crecí con esa mirada científica, rigurosa, pero también crítica. Esa formación fue clave para entender que muchas veces el problema no es solo técnico: es también político”, afirma.

Una enfermedad sanitaria y política

La fiebre aftosa ha sido durante años un tema estructural en la agenda de la ganadería argentina. El país logró erradicarla como foco activo, pero sostiene un sistema de vacunación obligatoria que, lejos de estar cerrado, abre múltiples frentes de discusión. “La aftosa es una enfermedad infecciosa, pero también es una enfermedad política”, afirma La Torre. “Se ha usado en distintos países como herramienta para cerrar exportaciones. En Argentina, fue una política sanitaria efectiva en su momento, pero después se convirtió en un sistema distorsionado”.

Con el tiempo, asegura, el esquema de vacunación fue concentrando poder en manos de un solo actor, lo que derivó en un monopolio de facto. “Durante años, los ganaderos pagaron la vacuna más cara del mundo. Se aplicaban múltiples dosis, incluso a animales que estaban prontos a faena. Esto generó hartazgo en el productor, sublevación en el campo y la necesidad urgente de revisar un modelo que se volvió inviable”, señala con contundencia.

El precio del monopolio

En su análisis, va más allá del negocio y denuncia una lógica perversa que terminó por perjudicar al sistema productivo. “Todo monopolio es artificial. Siempre hay una decisión del burócrata, una firma del gobernante. Así fue como se consolidó este modelo. Y ahora, con las nuevas regulaciones, se empieza a abrir el juego, no solo para Tecnovax, sino también para otras empresas que pueden aportar competencia real”.

Con sedes en San Fernando, Flores y una nueva planta modelo en Mercedes (Buenos Aires), Tecnovax ya exporta a más de 40 países y mantiene convenios estratégicos en Latinoamérica, incluyendo alianzas con compañías de gran peso. Pero La Torre insiste en que el foco no debe estar en su empresa: “No se trata de Tecnovax. Se trata de crear un sistema justo, transparente, competitivo. Que el productor pague un precio razonable por una vacuna de calidad”.

Un país que apuesta por lo que sabe hacer

El abordaje de la aftosa no puede separarse de una visión más amplia de país, asegura. Y ahí entra otra de sus facetas: la del emprendedor con una mirada positiva sobre la Argentina. “Después de más de 20 años de crisis, estamos viendo señales de recuperación. El dólar estabilizado, la inflación bajando, la recomposición del salario en dólares, crecimiento en sectores como el agro, la minería, la energía. Eso, para muchos, es un milagro económico”.

Esa visión optimista —que lo define desde joven— no es ingenua. Es resultado, dice, de creer que “hay que hacer lo necesario, no lo conveniente”. Y en eso se incluye la reforma del sistema de vacunación contra la aftosa. “Argentina tiene que volver a hacer lo que mejor sabe hacer. Tenemos capacidades técnicas, científicas y productivas de primer nivel. Pero necesitamos reglas claras, competencia real, y políticas públicas que estén al servicio de todos, no de unos pocos”.

Una historia de compromiso

Su historia personal es inseparable de su historia profesional. Fue criado en un hogar donde la ciencia era parte de la vida cotidiana. Su padre —que trabajó como virólogo desde 1976 hasta 2015— le transmitió una ética de trabajo que sigue vigente. “Desde que fundé Tecnovax, el esfuerzo ha sido constante. Hacemos investigación, producción, desarrollo, comercialización. Exportamos desde Argentina al mundo. Pero también peleamos para que el productor argentino no esté atado a un sistema injusto”.

Esa lucha, asegura, es tan importante como cualquier inversión o joint venture. “Porque si logramos transformar el modelo de vacunación, si dejamos atrás los privilegios, vamos a tener un sistema ganadero más competitivo, más justo y más eficiente. Y eso es bueno para todos: productores, consumidores, exportadores y también para la salud pública”.

Un sueño de país

Cuando se le pregunta por el futuro, responde sin titubeos. “Sueño con una Argentina que vuelva a estar entre los primeros países del mundo. Que sea una potencia, no solo económica, sino también cultural y humana. Que mis hijos puedan vivir y trabajar acá, como lo hicieron mis padres cuando escaparon de una Europa devastada. Y que lo hagan con orgullo, sabiendo que hay futuro”.

Con esa convicción, sigue apostando por el país desde su campo de batalla: la sanidad animal. Pero también desde una lucha más profunda, donde la ciencia, la ética y el compromiso se unen en defensa de algo más que un negocio: una Argentina mejor.