
La directora María Elena Gauna narra 50 años de una escuela que convirtió la pasión ovina en identidad, formación técnica y un modelo educativo con impacto nacional e internacional.
La escuela agrotécnica IPEA 291 de General Cabrera, Córdoba, respira educación, tradición y un profundo compromiso con el campo argentino. Ubicada en el corazón geográfico del país, sobre la Ruta Nacional 158, su historia se enlaza con miles de jóvenes que encontraron allí un camino para formarse, descubrir vocaciones y proyectar futuro. Su directora, María Elena Gauna, lleva 33 años dentro de sus pasillos y resume su vida profesional con una frase que la atraviesa de punta a punta: “Cuando uno conoce, descubre; y descubrir puede despertar una pasión que te cambia para siempre”.
La institución acaba de cumplir 50 años desde su creación, inicialmente bajo la órbita de la Universidad Nacional de Río Cuarto, y posteriormente integrada al sistema educativo nacional y provincial. Durante ese tiempo formó generaciones de estudiantes que luego se desempeñaron como profesionales del agro, deportistas, artistas y técnicos de diversas disciplinas. Hoy, con 402 alumnos, la escuela sigue siendo un faro en la región. Muchos chicos viajan largas distancias, algunos pasan horas arriba del colectivo, porque el IPEA 291 ofrece algo único: una formación agropecuaria integral y de doble jornada, donde la teoría y la práctica se entrelazan desde el primer día.
Los estudiantes comienzan su formación agropecuaria desde el primer año, avanzando en complejidad a medida que crecen. Talleres de avicultura, cunicultura, transformación de productos y múltiples prácticas en producción animal y vegetal marcan los primeros pasos. Luego llegan los años más intensos, del cuarto al séptimo, donde los jóvenes trabajan en entornos formativos reales, combinando fundamentos teóricos con actividades prácticas de alto nivel. Las pasantías son un pilar clave: más de 30 empresas reciben a los alumnos en su séptimo año, permitiéndoles insertarse en el mundo laboral antes de recibir su título técnico.
El vínculo académico también es profundo. La escuela trabaja con la Universidad Nacional de Río Cuarto, INTA y el Centro de Ingenieros Agrónomos, fortaleciendo los proyectos de investigación y abriendo puertas a estudios terciarios y universitarios. En ese camino, los estudiantes descubren intereses, talentos y posibilidades que muchas veces desconocían.
Pero si hay un sello que distingue al IPEA 291, es su identidad ovina. La escuela se convirtió en referente nacional en producción de ovinos, y en particular en la raza Hampshire Down, una de las más prestigiosas del mundo. Todo comenzó con la llegada de ejemplares de la legendaria cabaña La Angelita, del productor Manuel Spina, pionero en traer carneros desde Nueva Zelanda hace más de 40 años. Su pasión se convirtió en herencia viva y la escuela la adoptó como propia.
Así nació la cabaña escolar Don Manuel, hoy con 60 madres puras de pedigrí, un patrimonio genético que representa décadas de trabajo, selección y desafíos.

Y en ese camino aparece una figura clave: Gonzalo Foulquet, histórico cabañero del establecimiento Los Abrojos de Uruguay, referente absoluto del Hampshire Down en el Mercosur. Gauna recuerda con emoción que Foulquet nunca miró a la escuela como un actor menor. Al contrario: vio potencial, compromiso y una pasión genuina por la raza. Aquella relación profesional y humana permitió que la institución importara genética uruguaya en 2005, algo excepcional para una escuela pública argentina. La visión de Foulquet —su generosidad, su apertura y su convicción de que el conocimiento debe circular— dejó una marca indeleble en la cabaña Don Manuel. Muchas líneas genéticas actuales, tanto en Argentina como en otros países, todavía llevan ese sello. Para la escuela, su reciente fallecimiento significó la partida de un maestro ovino, pero también la confirmación de que su legado late vivo en cada carnero que pisa el establecimiento.
La identidad ovina también se refleja en la formación. Los estudiantes participan en exposiciones, compiten en torneos y se forman en producción ovina con una seriedad que sorprende dentro y fuera del país. Las Olimpíadas Ovinas, donde la escuela participa desde 2011, son un ejemplo: tras varios terceros puestos, el año pasado los alumnos se consagraron campeones nacionales, un logro que les abrió la puerta a representar a Argentina en Chile.

La experiencia chilena merece un capítulo aparte. El viaje fue largo pero profundamente transformador. Los alumnos del IPEA 291 y del IPEA 292 de la localidad de Adela María viajaron juntos para vivir jornadas intensas en la región de La Araucanía, en Vilcún, Villarrica y finalmente en la exposición SOFO de Temuco. Allí no solo compitieron: enseñaron. Compartieron métodos de manejo ovino, buenas prácticas, bienestar animal y técnicas aprendidas en la escuela. Explicaron, demostraron, corrigieron, acompañaron. Jóvenes argentinos de 17 y 18 años instruyendo a productores adultos chilenos, muchos de ellos con décadas en la actividad.
Lo llamativo fue el impacto social de la visita: en Chile, los productores ovinos están envejeciendo y no encuentran relevo generacional. Al ver a los estudiantes argentinos apasionados, preparados y seguros, muchos productores expresaron conmovedoras muestras de admiración. Gauna lo recuerda con orgullo: “Los chilenos no podían creer la actitud, la educación y la preparación técnica de nuestros jóvenes”.
La participación de la escuela no fue solo un viaje académico: fue una misión educativa internacional, un intercambio humano profundo y un recordatorio de que la educación agropecuaria puede mover fronteras —literal y simbólicamente— cuando se trabaja con convicción.
María Elena Gauna encarna ese desafío. Ingeniera zootecnista formada en Tucumán, llegó hace más de tres décadas como la única profesional de su especialidad en la institución. Desde entonces, se dedicó a sostener, impulsar y transformar la escuela. “El chip lo tenemos que cambiar nosotros, los adultos”, confiesa. “Si quiero que ellos se esfuercen, debo esforzarme yo primero”. En cada viaje, actividad o desafío ella lo demuestra: viajaron 26 horas a Chile .No se quejó una sola vez. “Si yo me la banco, ellos también”, cuenta.

Su visión sobre la educación argentina es clara: hay inequidades, falta de acceso y dificultades estructurales, pero también existe una enorme potencia cuando docentes y familias trabajan juntos. Para Gauna, ese es el verdadero capital: formar buenos jóvenes hoy para que sean buenos adultos mañana.
La escuela trabaja activamente con la Asociación Argentina de Criadores de Hampshire Down y participó este año del Curso Internacional de Jurados en Palermo. Y ahora se prepara para uno de los eventos más importantes de su historia: el Congreso Mundial Hampshire Down 2026, que se realizará en Argentina. La directora y sus estudiantes lo viven con entusiasmo total. Los chicos de quinto año ya preguntan cuándo viajarán, qué actividades habrá y con qué animales representarán al país.
Sueñan con algo más grande aún: que en ese Congreso Mundial exista un espacio para jóvenes ovejeros, donde puedan mostrar qué hacen, cómo trabajan la raza, cómo la difunden y cómo la viven dentro de la escuela. Para ellos sería una oportunidad única, no solo de aprendizaje, sino de conexión global.
Al final de la conversación, aparece la pregunta inevitable: ¿con qué sueña María Elena Gauna? Su respuesta es tan sincera como conmovedora: “Sueño con que cada día los chicos sean un poco más felices. Y sueño con que algún día la cabaña pueda lograr un Gran Campeón. Pero mis verdaderos grandes campeones son mis jóvenes.”
En un país donde las noticias pasan rápido y donde la educación suele quedar relegada, la historia del IPEA 291 demuestra que todavía hay lugares donde el esfuerzo, el conocimiento y la pasión transforman vidas. Donde una escuela, un docente o un grupo de estudiantes pueden cambiar una comunidad. Donde una raza ovina como la Hampshire Down puede unir generaciones, abrir fronteras y proyectar al mundo la capacidad del interior argentino.
El sueño sigue vivo. Y en 2026, frente a los ojos del planeta ovino, la escuela cordobesa quiere demostrar que está lista para su gran momento.

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