
En el Día de la Independencia, vale preguntarse qué tan libres son los que producen en este país. Gobiernos de todos los signos han tratado al campo como una simple caja recaudadora, sin integrarlo como actor estratégico. Mientras tanto, los productores siguen cargando con todo… y decidiendo nada.
Cada 9 de julio, Argentina celebra su independencia. Se evocan discursos, se alzan banderas, se canta el himno. Se recuerda aquel acto de soberanía de 1816, cuando un puñado de representantes se atrevió a firmar que este país quería ser libre.
Pero más de dos siglos después, la independencia sigue siendo una deuda en muchos frentes, y uno de los más visibles —y a la vez más olvidados— es el campo.
Porque en Argentina, cada vez que la política gira la pirinola, el resultado es siempre el mismo: “TOMA TODO”. Y el que paga la cuenta, sin excepción, es el productor.
No importa quién gobierne, de qué signo sea, o cómo esté el precio de la soja. La lógica se repite: el campo es convocado solo para aportar, pero jamás para decidir. Y eso, en un país que vive —y sobrevive— gracias a su agroindustria, es más que una injusticia: es una incoherencia estructural.
El productor: un convidado de piedra
Cada gobierno arma su “mesa de diálogo”. Invita al campo, lo escucha, toma nota. Pero al final del día, las decisiones se cocinan entre pocos.
Y el productor, una vez más, se sienta, opina, argumenta, propone… pero termina siendo un cuatro de copas.
Los grandes temas se deciden sin él. Se improvisa. Se legisla desde el centro y con visión cortoplacista. Se interviene el mercado, se suspenden exportaciones, se reescriben decretos en tiempo real. Y cuando hay que ajustar, el campo es la primera cuenta que se cobra.
Una dirigencia que no alcanza
La dirigencia agropecuaria, por su parte, tampoco ha logrado construir peso real. Fue sentada, fue oída, fue tolerada… pero rara vez fue protagonista. Salvo contadas excepciones, llegó tarde, reaccionó con tibieza o aceptó reglas impuestas. Dejó pasar la oportunidad que le brindó su enorme participación en el conflicto del 2008 y la 125 ,
Y en ese juego desigual, el productor pequeño fue desapareciendo del mapa.
Organismos técnicos: del prestigio internacional al desguace anunciado
Este retroceso no se dio solo en el plano político. También en los ámbitos técnicos, el campo perdió presencia y voz. Organismos como el INTA, el INASE, el INV, el INTI, que históricamente contaron con participación del sector productivo, fueron manoseados, vaciados, colonizados por la política o el marketing ideológico.
Durante décadas, estos espacios fueron ejemplos de articulación público-privada: desarrollaron cultivares, capacitaron a miles de productores, certificaron procesos, innovaron, y hasta fueron referentes internacionales por su capacidad científica y su conexión con la realidad del productor.
Hoy, bajo la excusa de modernizar, se los pretende reordenar sin plan, sin escuchar, y con la amenaza latente del desguace. Porque sí: muchos necesitan ser saneados, correr a la militancia que tanto mal le ha hecho , eficientizados.
Pero ese reordenamiento no puede servir como excusa para eliminar lo que aún funciona, ni para privilegiar grandes proyectos con lobby, dejando afuera a los que más necesitan del Estado: los pequeños y medianos productores.
Lo que cambian son los gobiernos, no la lógica
Desde Alfonsín hasta Milei, pasando por Menem, De la Rúa, Duhalde, los Kirchner, Macri y Fernández, ninguna administración logró pensar al campo como parte de un proyecto nacional sostenido.
Algunos lo integraron al discurso, otros lo combatieron, otros lo desregularon. Pero en todos los casos, la tendencia fue clara:
El Estado usó al campo como caja.
El productor fue visto como un instrumento fiscal.
Y los organismos técnicos fueron reducidos o manipulados, según conveniencia.
Un país agroindustrial sin política agroindustrial
Más allá de los discursos, Argentina sigue sin tener un proyecto agroindustrial federal.
No hay incentivos sostenidos para producir con valor agregado, ni una política impositiva razonable, ni infraestructura rural básica.
El Estado toma. Toma todo. Pero devuelve poco o nada. Las retenciones —símbolo de un modelo extractivo sin estrategia— se sostienen sin reinversión ni desarrollo.
Y hoy, encima, se pone en duda la existencia misma de las instituciones que deberían acompañar a quienes producen.
El campo no pide privilegios, pide libertad para producir
En un día como hoy, en el que se celebra la independencia, vale preguntarse qué tan libre es un productor que no puede en muchos casos elegir a qué precio vender, ni cuándo, ni cómo y mucho menos tener un socio que es capitalista para las ganancias , socialista para las pérdidas y que se lleva el 65 por ciento de la renta agrícola y tres de cada cuatro camiones cargados con granos que van al puerto para exportar.
¿Qué tan independiente es una economía que vive del agro, pero legisla de espaldas al agro?
El campo no pide privilegios. Pide previsibilidad. Pide respeto. Pide formar parte de las decisiones. Pide poder trabajar con dignidad.
Y mientras la pirinola siga girando para un solo lado, la verdadera independencia seguirá siendo una promesa pendiente para quienes sostienen este país con su esfuerzo cotidiano.
En este 9 de julio, nuestro homenaje es también un llamado
A quienes gobiernan: respeten a quienes producen.
A quienes representan: levanten la voz cuando la injusticia es regla.
A quienes trabajan la tierra: gracias por no rendirse, aun cuando todo parece en contra.
Feliz Día de la Independencia!!!!. Que algún día también lo sea para el campo argentino.
Mas Noticias
Alivio fiscal para el agro santiagueño: suspenden ingresos brutos por seis meses
Cae la confianza del campo: menos inversión y más cautela en un año marcado por la incertidumbre
El grano de la discordia: desestiman denuncia por cartelización y crece la desconfianza