8 de noviembre de 2025

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El Campo por todos los medios

Nueve meses de agua y desidia: la tragedia que se repite en el centroeste bonaerense

“Todos dicen que hay que cuidar al inundado que se inundó, pero se acuerdan que los parió pa cuando el agua ya los tapó”. La frase, tomada de la canción Los inundados de Piero, parece escrita para la realidad que viven hace nueve meses los habitantes y productores de gran parte de la provincia de Buenos Aires .

En esa región, el agua no se va. En agosto, la Sociedad Rural de 9 de Julio le envió una carta al presidente advirtiendo que se estaban ahogando. Pasaron dos meses y medio y la desesperación sigue siendo la misma. Las entidades muestran su solidaridad, la provincia de Buenos Aires acusa al Gobierno nacional por el abandono del plan del Salado, y la Nación responde con visitas, promesas y ahora —recién después de las elecciones— con anuncios de asistencia, maquinaria y créditos encabezados por la ministra Patricia Bullrich.

Pero detrás de los titulares, la pregunta que sobrevuela es otra: ¿cuánta plata perdió la producción agropecuaria argentina durante estos nueve meses? ¿Cuánto perdió el país? ¿Cuántos caminos quedaron destruidos, volviendo insondables los accesos rurales? ¿Cuántos alumnos no pudieron ir a la escuela? ¿Cuántos enfermos quedaron aislados?

La desgracia de la lluvia se combina con otra más profunda: la desgracia de la desidia. Una desidia que también mata. Porque si la corrupción mata, la desidia no se queda atrás. En Argentina, los problemas suelen atenderse cuando ya se instalaron, cuando el agua ya cubrió los campos, cuando el daño ya es irreversible.

Y así, entre tormentas, caminos destruidos, tambos inundados y cosechas perdidas, el país vuelve a tropezar con la misma piedra: la falta de planificación. “Los problemas hay que tomarlos cuando llegan, no cuando ya están instalados”, podría resumirse como una lección tan simple como urgente.

Hoy las autoridades bajan al territorio, anuncian obras, prometen créditos y nuevas etapas de infraestructura. Pero la pregunta persiste: ¿por qué siempre tarde? ¿Por qué los argentinos llegamos tarde a todo? Perdemos plata, perdemos salud, y sobre todo perdemos tiempo.

En el fondo, entre tanta estadística, hay gente. Familias que viven en los campos anegados, que miran la lluvia con miedo, que se sienten solas. Por eso ya no se trata de hablar de macroeconomía, ni de liberales o populistas. Se trata de hablar de argentinos de bien, capaces de encarar los problemas cuando ocurren, con honestidad, sin excusas.

Porque la solidaridad no alcanza. Hace falta gestión, compromiso y responsabilidad. Hace falta que los gobiernos —provincial y nacional— dejen de enfrentarse y empiecen a trabajar juntos.

Nueve meses de inundaciones deberían ser más que suficiente para entenderlo.

Por Horacio Esteban