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El Campo por todos los medios

Día del periodista: por una prensa libre, una patria de verdad

En cada rincón de la Argentina, desde las ciudades hasta los campos más alejados, los periodistas seguimos trabajando. Con una grabadora colgando, una libreta en mano y, sobre todo, con coraje. Porque ejercer el periodismo en nuestro país sigue siendo una tarea de riesgo. No se trata de balas ni de cárceles, aunque en algunos momentos no hemos estado lejos de eso. El riesgo está en el descrédito constante, en el ataque sistemático desde todos los poderes que, en lugar de responder con hechos, eligen descalificar al mensajero para ocultar la verdad.

Los gobiernos pasan, las promesas se reciclan, pero el hábito de denostar al periodismo persiste. Desde el oficialismo de turno hasta la oposición del momento, todos tienen algo que ocultar. Porque detrás de los discursos grandilocuentes, las verdaderas castas —esa palabra tan usada y tan mal entendida— siguen intocables. Mientras se juega al entretenimiento de la grieta, sindicalistas multimillonarios y políticos con fortunas inexplicables disfrutan de una impunidad casi poética. Y los verdaderos intocables, los banqueros y especuladores financieros, siempre ganan. Porque el poder en la Argentina tiene una pirinola con un solo lado: «toma todo».

El campo, ese sector que ha sido motor y sostén de la economía durante décadas, sigue siendo maltratado. Se lo acusa de oligarca, como si viviéramos en el siglo XIX. Se lo esquilma con impuestos, retenciones, barreras y burocracia. Y lo que es peor: no se le devuelve en caminos, en infraestructura, en conectividad. Se lo exprime sin darle agua. Mientras tanto, nadie se ocupa seriamente de las economías regionales ni de la agricultura familiar, que produce alimentos y arraigo, pero a la que se la deja sola y sin políticas reales.

La prensa, que debería incomodar al poder, se convierte en el blanco favorito de quienes quieren instalar un relato único. Nos llaman operadores, sicarios mediáticos, mercenarios de la pluma. Pero los mismos que señalan son los que llevan décadas escondiendo bajo la alfombra a millones de jubilados. A esos argentinos que trabajaron toda su vida y hoy cobran —en el mejor de los casos— 35 veces menos que un senador. Se han regalado jubilaciones sin aportes, desfinanciando el sistema previsional y condenándolo a la ruina. Y cuando se pide una mejora para el que menos tiene, la respuesta es la misma: «no hay plata, no está en el presupuesto».

Lo que sí está siempre es la voluntad de exprimir al productor, al comerciante, al que trabaja. Se han convertido en socios parásitos del campo, apropiándose con las largas garras del Estado de una enorme parte de la riqueza nacional. Pero esa riqueza no vuelve: no hay escuelas rurales dignas, no hay caminos, no hay créditos reales ni conectividad. Lo que hay es un saqueo que no da respiro.

Por eso, en este Día del Periodista, más que nunca, defendamos la libertad de prensa. No como un privilegio de los comunicadores, sino como un derecho de la sociedad. Porque sin periodismo no hay control. Sin control, no hay democracia. Y sin democracia real, no hay república ni justicia posible.

Es momento de decir basta. Basta de relato, basta de cinismo, basta de robar sin dejar nada a cambio. Construyamos un país de verdad. Uno con objetivos claros, con hermanos unidos, con paz, con respeto al que trabaja, con medios libres y sin políticos que sólo piensan en su bolsillo.

Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.