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El renacer del Angus patagónico: la historia de la Estancia Don Blas

En el corazón de la Patagonia, donde la ganadería ha sido un legado familiar por generaciones, la Estancia Don Blas mantiene viva la esencia del trabajo en el campo. Roberto Iturburu, actual encargado de la producción, nos relata la historia de esta emblemática estancia ubicada en Chubut, que desde 1896 se ha dedicado a la cría de ganado bovino y ovino, pero que hoy enfrenta nuevos desafíos y oportunidades.

«Nosotros pertenecemos a una familia de productores agropecuarios de la Patagonia. Fuimos ganaderos toda la vida, dedicándonos a la producción de bovinos y ovinos. Mi bisabuelo, Blas Llorens, llegó a este campo en 1896, y desde entonces hemos construido una historia productiva en la región», cuenta Iturburu.

El primer Angus y la evolución del rodeo

El linaje de la ganadería en la Estancia Don Blas tuvo un punto de inflexión en los años 40, cuando el abuelo de Roberto, también llamado Roberto, inició un rodeo de vacas generales. «Nunca tuvo animales puros controlados ni registrados, pero siempre fue un innovador. En los años 70 comenzó a trabajar con inseminación artificial utilizando semen en fresco», recuerda.

El espíritu innovador continuó con su padre, quien era técnico agropecuario e inseminador nacional. Juntos iniciaron un proceso de mejoramiento genético que llevó a la estancia a desarrollar un Angus de fenotipo antiguo: moderado y carnicero. Sin embargo, con el tiempo, la influencia del «new type» americano transformó la ganadería argentina y se perdió ese tipo de Angus original.

Hoy, Iturburu busca recuperar esa identidad: «Nuestra idea es volver a aquel Angus de mi abuelo, un animal adaptado a la estepa patagónica, donde llueve menos de 100 mm al año y donde, hasta hace poco, la producción bovina no era una alternativa viable».

Un nuevo paradigma productivo:

La crisis lanera ha complicado la producción ovina en la región, lo que ha convertido a la vaca de cría en una alternativa productiva clave, especialmente para los pequeños productores. Consciente de este cambio, la Estancia Don Blas ha implementado un sistema de producción forrajera en su campo, ubicado en la costa del río Chubut, donde han desarrollado pasturas permanentes y alfalfa para henificación.

«Este sistema nos permitió resolver el aspecto nutricional y nos motivó a crear una cabaña de pedigree. Actualmente, estamos trabajando con trasplante de embriones para lograr un novillo de terminación antes del segundo invierno, con un peso de entre 400 y 420 kilos vivos», explica.

El «Estepangus»: una identidad propia

Durante su participación en exposiciones rurales, el equipo de la estancia comenzó a definir su línea productiva con un nuevo término: el «Pangus». «Es un concepto que nos identifica. Estamos desarrollando un Angus moderado, funcional para los distintos ambientes patagónicos. Necesitamos toros que puedan trabajar en veranadas, en terrenos duros, con poco pasto, y para eso requerimos un fenotipo adaptado a estas condiciones», explica Iturburu.

Diversificación con Hereford y novillos careta:

En paralelo, la estancia también trabaja con Hereford en campos arrendados en la estepa, donde llevan adelante un ciclo completo de producción. «Allí producimos novillos careta, que consideramos el nicho ideal para la Patagonia. Pero no es un careta común, sino el resultado de una combinación entre buenas vacas Angus y Hereford con toros de calidad», destaca.

Para Iturburu, la clave del éxito radica en la adaptabilidad de los animales y en la búsqueda constante de un equilibrio entre tradición e innovación. «La ganadería en la Patagonia tiene sus desafíos, pero también grandes oportunidades. Nuestro compromiso es seguir apostando por una producción eficiente y sustentable, recuperando lo mejor de nuestra historia para construir el futuro».